sábado, 21 de abril de 2012

Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir

El rey ha pasado de ser un apestado a ser poco menos que un héroe. Ya no se habla del elefante, sino de la grandeza del rey, de la lección de humildad que ha dado. Todos se han creído sus disculpas y dicen que son sinceras. ¿Es que somos tontos?
¿"Me he equivocado"? ¿Qué quiere decir "Me he equivocado"? ¿Que se ha dado cuenta de que no hay que cazar animales? ¿Todos ellos o solo los elefantes? ¿De la noche a la mañana, tras años cazando todo bicho viviente, se ha dado cuenta de que estaba mal? ¿Un día te levantas de la cama y descubres que lo que has hecho estaba mal y deja de gustarte matar animales y pasas a amarlos como seres vivos, que sienten y aman? ¿O es que en lo que se ha equivocado es en que no tuvo el suficiente cuidado en que no le pillaran? ¿En qué se ha equivocado?
¿Qué quiere decir "Lo siento"? ¿Qué es lo que siente? ¿Siente haber matado animales durante toda su vida hasta el día de hoy? ¿Siente el sufrimiento que ha causado a los animales, la desesperación que habrá causado a las crías de las hembras abatidas? ¿O lo que siente es que le hayan pillado? ¿Qué es lo que siente verdaderamente?
Esas son las preguntas que nadie se hace y las que me gustaría que respondiera.

El Rey la ha liado parda

viernes, 20 de abril de 2012

Jamás discuto con nadie

Después de no verse durante muchos años, dos antiguos amigos se encuentran por la calle y le dice uno al otro:

- Dime cuál es tu secreto, porque estás igual de joven que la última vez que nos vimos.
- Ah, pues muy fácil, mi secreto es que yo jamás discuto con nadie.
- Venga, hombre, por eso no será que estás tan joven.
- Pues no será por eso.

El viejo herrero que no quiso ser dentista

Cuando le preguntaron por qué nunca discutía con nadie, el Maestro contó la historia de un viejo herrero, el cual le confió a un amigo que su padre, herrero como él, siempre había querido que su hijo siguiera su misma profesión, mientras que la madre abrigaba la ilusión de que su hijo fuera dentista. «¿Y quieres que te diga una cosa?: estoy encantado de que mi padre se saliera con la suya, porque, si hubiera sido dentista, me habría muerto de hambre. Y puedo demostrártelo».
«¿Cómo?», preguntó el amigo.
«He estado en esta herrería durante treinta años, y en todo ese tiempo ni una sola vez me ha pedido nadie que le sacara una muela».
«Esta misma es --concluyó el Maestro-- la lógica que subyace a las discusiones. Cuando ves algo con claridad, ya no tienes necesidad de lógica alguna».